Franz Pannekoek Tollius, artista grabador holandés nacido en 1937, afincado en Andalucía desde 1968 y pionero del ala delta en España, nos cuenta de primera mano cómo empezó el ala delta en la península y otras yerbas del vuelo libre. Los que le conozcan pueden además poner de fondo el acento neerandalú del “Quillo”. La pequeña entrevista/conversación se realizó el 31 de agosto de 2011 en casa de Valín, de la que publicamos un extracto, transcrito casi literalmente.

¿Quién era Stuart Soule? ¿Cómo llegó a España?
Stuart venía de EEUU, del este. Tenía amistad con Ed Richery, de Sky Sports. Stuart era el piloto de pruebas y trabajaban desarrollando la Rogallo para mejorarla. Vino [a Europa] con un ala standard, un poquito mejorada. Llegó a Lisboa en barco desde Nueva York, y después caminando con su carrito, tirando del ala, hasta Sierra Nevada. Él era de California y quería volar desde la Sierra Nevada madre [en California existe una Sierra Nevada]. Era un carrito cónico, en triángulo, con dos ruedas, y andaba con él por la carretera.
Un día que pasó cerca de Véjer [Cádiz] mi mujer me dijo: “¿Qué es eso?”. Yo le contesté: “Debe ser un inglés que va a hacer unas mediciones a África y va a ir andando o algo así”. Tenía pinta de sajón, un tío con barba, alto, finito, con un chubasquero amarillo, para que se viera el carrito, también amarillo.

Me enteré de que “había un hombre que vuela en Véjer” y yo pregunté si era humano. “Sí, porque ha comprado un kilo de pan”, esa era la prueba. Paró en Véjer, estuvo allí un mes o así, y un amigo que tenía un restaurante (Paco Verdugo) lo dejó acampar en un bosquecillo de eucaliptos. En el carrito llevaba todo lo que necesitaba, mi amigo le dio pan y roscos, le gustaban mucho, comía pan seminegro del campo. Subía por el lado Norte y Oeste. En Véjer era una figura, la guardia civil paraba el tráfico para que aterrizara en la carretera, frente al restaurante, igual que ahora, que vienen con metralletas para echarte.
¿Cómo le conociste?
Fui a verlo con un Volvo ranchera, en el 74 ó 75. Hicimos amistad y fuimos a otros sitios a volar. Volaba sin casco, pelo largo, barba, con un “ventolero” de 40 km/h. Despegaba solo, no quería asistentes, un tío fuerte sentado muy por debajo del ala.
Desde Lisboa hasta Véjer no había volado, en Véjer voló mucho. El primero al que enseñó a volar fue a Paco Verdugo, después a mí. Paco le daba roscos gratis, pero no siguió volando. Di 15 ó 20 vuelos aprendiendo. Fuimos a Los Arcos, allí salió desde el canchito del castillo y yo tenía que aguantar un árbol, torciéndolo para que pudiera salir con un ventolero de la hostia. En el bosquecillo de bambú hizo un domo, se colgaba junto a su tienda.

Por lo visto era un aventurero auténtico.
Stuart estudiaba arquitectura, había vivido en un barco en Alaska, era de buena familia, con dinero, pero se apartó de ella, no se llevaba bien.
Un día en La Muela se le volcó el ala y rompió el mástil, estaba jodido porque no tenía repuestos ni nada. Fuimos al taller a buscar tubo pero aquí no había de eso. El del taller vino con un tubo de cobre o latón de una cama y tenía el mismo diámetro, se lo puso y siguió volando. Era un tío muy curioso.

La Pinilla 1975. Fuente: revista Autopista
¿Cómo se extendió el ala?
En abril del 75 encontró a Mariano Sánchez en Sierra Nevada; éste lo vio venir con el aparato, [Stuart] le enseñó a volar, le enchufó. Luego Stuart se marchó a Madrid, no sé cómo conoció a John Morrison, que trabajaba en la base de Torrejón, de instructor deportivo. Mientras tanto yo me quedé, con el sueño de volar, pero no había manera. Dos años después habían montado la escuela con Mariano, Rodrigo Huidobro, Jesús Villa, John Morrison, el club Hombres Pájaro. Trajeron la 2ª generación de alas Sky Sports. Stuart volvió a Véjer, fue a Canarias, allí en autostop, andando, voló desde el Teide, se moría; (del palizón).
¿Cómo continuaste tú?
Me fui a Paracuellos a hacer el curso, en un fin de semana, como hoy el parapente, y fui otro más porque me hice daño en el primero, no despegaba con mi peso. Nos empujaban de la quilla para coger suficiente velocidad. Me pedí un ala, que tardó un montón en llegar (6 meses), me la mandaron a Véjer, me fui a la lomita y…pegándome hostias, sin tener ni puta idea… me levantó y destrocé el ala contra unas alambradas. Un día me enseñaron a empujar, con mi propio peso. Cada vez subía más alto de la loma hasta que salí desde arriba y me mantuve en el aire un día de viento, en 1977.
Empezaba la época de la Muela…
Sí, ya había gente volando en Madrid, daban bastantes cursillos, incluso el padre de Ataulfo montó una fábrica de Moyes en S. Sebastián, con tubos cuadrados que es lo que había aquí, pero no nos fiábamos porque era tubo de alumnio normal y corriente, no de aviación.
¿Recuerdas cómo se empezó a volar en Arcones?
No sé exactamente quién fue el primero en volar en Arcones, pero un día pasamos Somosierra en el coche de John Morrison y dijimos: “está será la mejor zona de vuelo del país”.
¿Quiénes siguieron en la zona centro?
Ya estaban Mariano, Jesús, Rodrigo (tuvo un accidente grave). Siguieron con la escuela, tenían marcha. De aquí los más antiguos son Manolo, Blay, dos años después que yo. De mi época no hay nadie más que Jesús Villa volando. Mariano se pegó una hostia muy gorda y quedó paralizado.
¿Y después?
Estuve en el primer campeonato de España, en Ager en el 80, y en el 83, 84 y 85 en Arcones, también en Arangoiti en el 86. En el 87 me fui a Francia, con los Cannards Sauvages [Patos Salvajes], un club simpático, con muchos socios, ambiente bueno. Aprendí un montón, volábamos montañas de 80 m, con muchas viñas y muchas picas de hierro. De allí me fui a Laragne y estuve 17 años, tengo mi “térmica Franz”.
¿Qué es eso de la «térmica Franz»?
En Laragne, antes de que hicieran el camino hasta arriba, se despegaba del lado Norte. En primavera iba todos los días; un vez subí, despegué y me fui a la derecha, a una esquinita, una térmica y para arriba. Y cada día lo mismo, allí y para arriba. Un parapentista, Serge Galiano, decía a otra gente: “esa es la pompa Franz”, y así se quedó. Es el mejor sitio de Europa, circuitos en todas direcciones, valles amplios, aterrizajes…
En Francia es muy distinto…
Allí está todo “organizao”, la federación paga por los aterrizajes, los despegues, hay estaciones méteo, no tiene comparación con España; aquí no hay nada de nada, un cachondeo. Mañana nos pueden quitar esto por parque, por buitres… En El Bosque, en Algodonales, se hace un campeonato desde el 82, lo iban a hacer parque, los guardas no querían que voláramos. Cerraron pero rompíamos los portillos y seguimos rompiéndolos siempre, una vez al año. Es un sitio fantástico, hay mucha más actividad que en Arcones, en invierno hay muchos extranjeros.

¿La cosa ha cambiado mucho en el ala?
En los 80 había mucha actividad en Cataluña, se hacían comidas de 40 en el monte. El primer campeonato fue en el 80 en Ager y en el Montsec. El 1º de Arcones en el 84, en el 86 en Arangoiti. En el 91 se organizó aquí un campeonato para intentar batir el récord de Europa, fue un éxito increíble.
Cuéntanos algo más sobre esto.
Lo organizaron Rolandi y Silvia, yo fui el director. Había unos 35 pilotos, de los internacionales, de los mejores, ingleses, canadienses… Pendry y compañía, Jucks, Randy Haney que era un piloto top mundial. Oficialmente se organizó en la Cabrera, pero yo no me fiaba mucho del Mondalindo, era más complicado. Total que vinimos un día aquí; yo subía en mi furgona con mi mujer y con mi niño (Yannick), que tendría un año. En esto bajaban Robin Hamilton y John Pendry y decían que no, que hace sur…

Yo les dije que tenía la impresión de que iba a hacer norte así que trajimos a todo el mundo “pacá”, a la hoya, ¿eh? 35 pilotos “de la crema del mundo”, los mejores que había en aquella época. Estaba de sur pero se metió norte, yo había ganado ya media competición porque si te equivocas vas a tomar por culo (Pendry era el campeón del mundo, Hamilton vivía en Madrid y conocía el percal), porque el director de competición siempre es el gilipollas, es al que le echan las culpas de todo.
Pero este no fue el caso ¿no? ¿Cómo se desarrolló la competición?
Aunque Rolandi y Silvia empezaron ya con los ordenadores, las mangas se hacían “al honor”: la gente tenía un mapa y llevaban unos papelitos para indicar exactamente dónde habían aterrizado. Era bonito, la palabra de la persona valía; copiaban en el mapa la carretera, la casita, esto, lo otro y lo entregaban con el nombre.


John Pendry en dos momentos del despegue durante el campeonato de Arcones de 1991. Fotos: Daniel Font